Fuego y oscuridad

Hacía mucha calor por la ciudad, aunque era normal.
Los demonios. Todos estaban peleando en la ciudad. Me estaba hartando de ver tantas peleas en este sitio, aunque fuera común entre los borrachos demonios descerebrados.
Bufé. Normal que Azazel me considerara uno de los mejores.
Desvié la mirada. Noté una presencia extraña aparte de los borrachos.

Parpadeé. Vi que se dirigía a mí.
-¿Cómo dices?

-Oh. -Comento simplemente.
Me la quedo mirando largo rato. No me sonaba su cara.
-¿Eres de por aquí?

Ladeé la cabeza.
-No exactamente. -Reí gravemente.

Ladeo un poco la cabeza.
-No lo sé.

Me cruzo de brazos.
-Es que era muy joven. Han pasado muchas cosas, y mi hogar no está en un lugar fijo. Es complicado.

Me encogí de hombros.
-En el fondo da igual el pasado, lo que importa es el presente.

Me encogí de hombros.
-No lo sé. Es que se mueve por muchos sitios. -Me rio guturalmente.

Me la quedo mirando.
-¿Qué es qué? No te entiendo.

-Uhmm... pues es demonio. -Asiento. -Aunque pienso que eso es lo de menos.

Me la quedo mirando.
-No, no has dicho nada malo, tranquila. -Sonreí.

Alcé una ceja, un tanto sorprendido.
-Pues es raro, no soy precisamente de los que caen bien. -Recordé a Ike.

Me encogo de hombros.
-Por tus palabras, debería tomarlo como un halago. -Reí guturalmente.