Entre el hielo

Había guardado mis alas. Todo el ambiente estaba cargado por un viento helador. Hacía demasiado frío para mi gusto, y eso que a mí me costaba un poco percibir la temperatura del clima. Eso quería decir que podía perfectamente estar a menos veinte bajo cero.
Llevaba ropas de abrigo encima, y por eso no me estaba congelando.
Estaba buscando una planta que sólo crecía aquí... pero...
¿¡Cómo iba a crecer nada aquí!?
Escuché algo, un gruñido... me giré, y una criatura de ojos azules saltó en dirección a mí.
Fue un segundo eterno... no podía coger el bastón...

El frío era tan agradable... cualquier temperatura me gustaba en realidad, pero demasiada calor me producía agobio. Sin embargo el frío me hacía sentir como más... vivo.
Escuché un ruido, y me dirigí a ver qué había escuchado... entonces vi una criatura que estaba entre los matorrales. No era pequeña, así que era fácil de divisar, y tampoco tenía pinta de un hervívoro. Vi que había una jóven, y me acerqué para decirle algo.
Pero antes de que ella se percatara de mi presencia, se giró, y la criatura fue a atacarla.
Antes de que le hiciera daño, me interpuse entre ambos, poniendo mis brazos en cruz. Me había hecho daño en los brazos, porque me había hinchado las garras, pero intenté no pensar en el dolor.
Agarré la espada, y miré a la criatura con el ojo que tenía descubierto.
Sonrei.
-Venga, pequeño... muéstrame de qué estás hecho.
La criatura gritó, y se abalanzó contra mí, pero ya estaba preparado para atacarle.
Estuve un buen rato defendiéndome de sus ataques, y atrayéndolo lejos de la muchacha. No tenía por costumbre defender a la gente, pero es que era... tan... divertido.
Esas criaturas, la lucha, la sangre... todo era divertido.
Aparte, la muchacha iba a estar en deuda conmigo, y todo el mundo deberia saber que las deudas con un vampiro se pagan con sangre.
Despistado por mis pensamientos, la criatura me arañó el brazo, y luego me atacó la cabeza.
Caí al suelo en el acto.
¿Había... perdido?

Cuando vi que mi salvador había caído, decidí que era el momento de atacar.
Enavolé el bastón, y decidí usarlo contra la criatura.
-¡Nehiar Fhanur!
Un rayo fue directo al ser que había intentado atacarme. La criatura chilló, y se fue corriendo, asustado.
Soplé el bastón. Cualquier ser teme lo que no conoce, y seguro que había visto pocas veces un rayo como ese.
No era, ni mucho lejos, un ataque poderoso, pero algo es algo.
Me acerqué al chico inconsciente, y le acaricié el pelo.
Tenía un parche en el ojo, la frente la tenía roja, y el brazo sangrando. No podía moverlo de allí, así que decidí curarle ahí mismo.
Extendí mis alas, y junté las manos. Cerré los ojos y empecé a susurras unas palabras para conjurar un hechizo de cura.
Pasaron varios minutos, y acumulé energía suficiente como para canalizarla hacia él. Posé una mano en su brazo, y vi cómo éste se regeneraba. Cuando estaba curado, la magia se extendió por todo su cuerpo.
Ya había acabado el proceso, y retiré mi mano. Fue entonces cuando guardé las alas y esperé pacientemente a que abriera los ojos.

No sabía cuánto tiempo había pasado desde que me atacó. Sólo sé que cuando parpadeé y, al fin, abrí los ojos, me sentía renovado, y no sentía dolor.
Al principio pensé que directamente había muerto, y por eso no sentía nada, pero al final vi que no. La muchacha que había intentado salvar me miraba con una sonrisa de oreja a oreja.
-Arg... el golpe que me ha metido la estúpida criatura...

Me empecé a reir sin poder evitarlo. Estaba tan gracioso ahí en la nieve...
Aparte, no podía negar que tenía una belleza especial, pero decidí no pensar en eso.
-Hola. Me llamo... Jane. -Pensé que era mejor no darle mi nombre de ángel, por si las moscas. - Gracias por haberte metido en ésto... por mi culpa. -Me daba vergüenza admitirlo. -Siento haberte causado tantas molestias.

Me quedé mirando a la joven, con una sonrisa sarcástica en los labios. Era bastante guapa si la mirabas de cerca. Y bastante... apetecible.
Me senté y me la quedé mirando.
-Oh, no ha sido nada...

Me lo quedo mirando. Sonreía de una forma un tanto siniestra y desagradable, pero preferí ignorar ese sentimiento derechazo y corresponder a su sonrisa con otra más sincera y pura.
-Al menos estás bien... Juntos vencimos a esa criatura.

Sonrio con desdén, y me la quedo mirando.
Me acerco a ella arrastrandome un poco, y poniéndome en su regazo.
-Tranquila... si me quieres agradecer la ayuda... yo sé cómo lo puedes hacer.

Me lo quedo mirando, extrañada, sin entender.
Después, comprendí.
¿Qué hacía un extraño ayudando a una completa desconocida? Como mucho, podía estar buscando algo... o eso era lo que me había enseñado la experiencia de los humanos.
Pero... no sé. Algo emanaba de él que me hacía desconfiar aún más que él. Pero a la vez... algo tiraba dem mí. Era algo extraño.
Me quedé clavada en el sitio, sin saber qué hacer.
-... ¿Ah, sí? ¿Y... qué puedo hacer por tí?

Tenía que pensarlo bien.
Si le decía directamente "Quiero tu sangre", seguramente huiría. Y no tenía ganas de correr tras ella y hacer una aburrida persecución que duraría menos de lo que ella desearía. Pero por otro lado, tenía ganas de beber su sangre.
Pero no, era absurdo ir directamente a lo que quiero. Yo soy más... lento y seguro.
-Pues... Estaba buscando una cosilla. Una planta que sólo crece por aquí. ¿Sabes dónde está?
"Porque yo sí sé donde está" Pensé divertido.

Parpadeé, y suspiré aliviada.
Esperaba que me dijera algo más macabro, aunque no sabía del todo por qué esperaba eso. Seguro que eran alucinaciones mías. El frío debía afectar un poco a mi cerebro.
Lo miré con una sonrisa tierna.
-Yo estaba buscando lo mismo, y no, no sé donde encontrarlo. ¿Lo buscamos juntos?

Me siento, y apoyo mi cono en mi rodilla. La miré con cierta malicia.
-Claro, nada me gustaría más que eso.
La otra mano que tenía libre, se la tendí, en señal de que mela cogiera.

Miro su mano, y le miro a él.
-Eh...
Tendí mi mano temblorosa y, al final, acabé por estrecharle la mano a él.
Tenía un tacto muy fino, y no sabía por qué, pero eso me gustaba, y a la vez una voz interna me decía que no confiara en él.
Pero no tenía motivos para no hacerlo, ¿no? Me había ayudado, me había salvado, y estaba en el fondo en deuda con él.
Aparte, parecía simpático...
Pero no debería fiarme de las apariencias.

Su mano.
Cuando estreché su mano sentí una sacudida en mi pecho increíble. Abrí los ojos aun más casi sin poder evitarlo
Sabrás quién es, de eso no me cabe duda. Si la miras a los ojos sentirás algo familiar, y si la rozas puedes darte cuenta de quién es... porque es una sensación inigualable. Esas habían sido las palabras de mi padre.
Pero... también me dijo que cuando la viera...
... Juega con ella si quieres, pero luego mátala.
Me levanté, la miré y sonrei.
-Eres un ángel.

Me quedé paralizada.
Lo miré, sorprendida. No podía detectar que era un ángel, no podía porque... no le había dejado. No...
-C-como... -No podía hablar.

Me reí.
-Digo que eres como un ángel. Buena y bondadosa.

Suspiro, aliviada. Luego me levanto y le sonrio.
-Gracias por el cumplido, tú también eres como un ángel. Mi ángel de la guarda.

Me rio por lo bajo.
"Sí... si yo soy un ángel, tú eres un demonio."
La miro y alzo la cabeza.
-Bueno, será mejor que emprendamos la búsqueda.

Sonrio y asiento.
Comienzo a caminar, y doy por sentado que el joven me está siguiendo.
-No me gusta el frío. -Susurré.

Yo sonrio.
-Pues la verdad es que a mí me gusta. Tal vez sea porque provengo de unas tierras en las cuales el calor predomina, y a mí m eagobia el calor... -Suspiré.
Claro está, mi elemento por defecto debería ser el hielo, pero...
Sacudí la cabeza, y sonreí.
la estaba siguiendo. No podía creer que acabara siguiendo a una jovenita.
-Por cierto, ¿cómo te llamas?

Me lo quedo mirando, sin dejar de caminar.
Es verdad, no nos habíamos presentado.
-Pues... yo me llamo Jane. ¿Y tú?

Sonrio con ternura.
Hasta su nombre era hermoso. Pero ése no era su nombre original, claro está. Pero era normal.
-Yo me llamo Angelo.

Me lo quedo mirando. Era un nombre angelical, no sé...
Le sonreí dulcemente.
-Bonito nombre.

Le correspondí a la sonrisa con malicia.
Sabía que no estábamos lejos de las plantas esas, y nos estábamos acercando.
-Oye... ¿tú para qué quieres las plantas?

Carraspeé levemente, y luego medité.
El motivo real era, simplemente, que me gustaba ver las plantas, analizarlas, y saber más sobre ellas. No sabía si a él eso le iba a hacer gracia, pero en el fondo no me importaba.
-Quería investigarlas un poco.